Ambos conceptos clínicos son formas de hiperactividad sexual, de hecho "ninfomanía" y "satiriasis" hoy en día se encuentran en desuso, la primera referida a la mujer y la segunda al hombre. Su término actual es "hipersexualidad", pero para poder diferenciarlos utilizaremos ambos conceptos.
Ninfomanía
En la ninfomanía, también denominado antiguamente como: "furor uterino", concurren una serie de características específicas que constituyen un modelo de comportamiento. Evidentemente, la primera observación es la prevalente y zoológica sexualidad con un carácter compulsivo, razón por la cual la fase de seducción-copulación viene a resultar tan notoriamente rápido como inespecífico en el proceso de encontrar pareja, y por tal fenómeno el mecanismo selectivo prácticamente no existe. En función de ello una ninfómana podrá mantener relaciones sexuales de intensidad similar y de contenido pasional prácticamente con sujetos como un prestigioso director de orquesta hasta el taxista que la transporta a su domicilio.
Con muy escasas diferencias con la satiriasis, la ninfomanía es prácticamente idéntica en su estructura. El hecho es tan obvio como que tales personalidades pueden ofrecer variaciones clínicas, sin embargo, lo que sí es comprobable es que la satiriasis y la ninfomanía están enraizadas en una psicopatía, esto no quiere decir que en toda psicopatía tenga que manifestarse necesariamente una hipersexualidad, pero sí de que en toda hipersexualidad se encuentra la objetiva manifestación de personalidad psicopática : es decir, toda ninfómana y todo sátiro es psicópata.
Lo que tal vez resulte sorprendente al lector no familiarizado con estas materias sea que una de las características y constantes en los casos de ninfomanía y satiriasis sea la presencia de una disfunción sexual de origen psicológico.
Este paradógico hecho tiene lógica y razón de ser en la que la circunstancia de que lo que la ninfómana busca más apasionadamente no es la obtención de una sexualidad gratificante (que para tal fin tendría que ser compartida), sino conseguir la posesión sumida del varón: el dominio sobre el varón dominador sometiéndolo al poder de su sexualidad.
Por lo tanto, si lo que desea gozar es su capacidad para someter e incluso humillar al varón en las pasiones que ella ha generado, esa es su satisfacción y por tanto no necesita la sexualidad como forma de autorrealización; con más motivo aún cuando además no tiene nada que compartir ni tiene necesidad de compartir nada. Para una ninfómana su vanidad y el ideal de su propia imagen necesiariamente pasan por el dominio humillante sobre el varón por el mero hecho de ser varón.
Esta es la razón por la que lo más excitante para la ninfómana no sea el disfrute sexual sino la (a veces y más excitante) complejidad para seducir y no parar hasta conseguir su ansiada presa perseguida. El cazador, cazado.
En el caso de la ninfomanía al igual que la satirasis sucede como en el arte de la cetrería, lo importante para el cazador no es disfrutar comiéndose la presa cobrada sino la excitación que le produce el hecho de cazarla y que una vez obtenida, la pieza deja de tener interés. Para la ninfómana la obtención de su fin que en su momento se propuso causa su inmediato desinterés reiniciándose el ciclo con una captura que se regirá por idénticos patrones de comportamientos.
La ninfomana procura el respaldo del poder adquisitivo ya sea de la pareja, familiar o conocido en cuestión. Si a ello se le suma el prestigio social de una familia con solvencia económica, consigue disponer de una situación perpetuamente acomodada y la garantía simultánea de una total libertad de movimientos. Lo que en ningún caso hará la ninfómana será no obtener los máximos beneficios a través de la sexualidad rampante que siempre brindará a cambio de la donación generosa que surge desde la ética del otro.
El hipererotismo de la ninfómana le genera la satisfacción del disfrute narcisista y dominio sádico sobre el varón, lo único que no se verá nunca satisfecho es precisamente aquello que más aparenta ejercer: placer sexual.
Una de las circunstancias que sistemáticamente suele ocurrir y que facilita la intención de toda ninfómana es la disponibilidad de un porte físico notablemente agraciado, del que con evidente habilidad se servirá a la hora de gestar sus ambiciones, virtud que desafortunadamente no le servirá como comunicación emocional sino al de su gestión comercial. La ninfomanía sin lugar a dudas, es una perversión de lujo, es una perversexualidad.
El abandono emocional del que había sido objeto en el seno de su familia le exigió la búsqueda de su autoafirmación personal a través de la explotación de un físico agraciado, circunstancia que condicionó un no encubierto narcisismo que por principio habría dificultar notoriamente su capacidad para la generosidad afectiva. La lógica es la siguiente:"necesito ser admirada y querida y en ello voy a invertir todas mis energías, por tanto no puedo desgastarme en amar". Su máxima aspiración la contituye el conseguir llegar a ser modelo de alta costura, aspiración que no abandonó ni aún después de casada y, aunque sea adelantar acontecimientos tampoco su intensa vida sexual extraconyugal implicó otro acontecimiento que el de darse físicamente para ser simplemente admirada, pero no porque necesitara amar. Tal vez por esta conflictiva insuficientemente concienciada no se sintió atraída por los estudios que facilmente se le podrían haber facilitado desde un medio familiar económicamente desahogado y derivó a ello el hecho de sentirse distinta por sus conflictos emocionales a sus compañeras de curso, procedentes de ambientes familiares donde presidía la comunicación y la armonía. De hecho la hacía sentirse inferior a ellas, cosa que despertaba su agresividad y como consecuencia su ailamiento. Nunca llegó a tener ninguna amiga íntima entre sus condicípulas.
El punto más importante de su conflicto personal la constituye su traumatizante aprendizaje de la sexualidad. Partiendo desde la base de la marginación afectiva procedente del padre como elemento primario y de la complicidad forzada por la madre para atraerla a la causa de su fracaso conyugal del que inculpaba al esposo. Así pues madre e hija frecuentemente duermen en la misma cama, cama que es visitada, a pesar de la incomunicación, por el esposo con intenciones eróticas. La niña presenció en varias ocasiones las relaciones sexuales parentales y en una de ellas vomitó. Es evidente el entendimiento de que tales experiencias infantiles provocan en el niño una extrema aversión por la sexualidad como vía de comunicación afectiva, que quedará trasformado en una obligación conyugal carente de todo significado y por la que la niña aprenderá a sentir un profundo rechazo al compromiso sentimental. La consecuencia obligada es la frigidez relativa o dicho de otro modo, un onanismo extremo tanto físico como emocional.
Un onanismo descubierto desde muy temprana edad y compulsivo pues la satisfacción orgásmica nunca es suficiente para ella.
Un onanismo descubierto desde muy temprana edad y compulsivo pues la satisfacción orgásmica nunca es suficiente para ella.
La ninfómana, es una niña traumatizada, una mujer profundamente desordenada en sus esquemas emocionales.
Dado que para ella, la sexualidad en colectivo carece del profundo sentido que emocionalmente le corresponde, se transformará en un medio auxiliar en el que abastecer su narcisismo y su necesidad de someter al hombre a su voluntad, por su puesto partiendo de la incapacidad más absoluta para todo tipo de compromiso emocional. Así pues, las relaciones de la ninfómana supuestamente amorosas pueden quedar interrumpidas sin ninguna razón que lo justifique, fenómeno que delata la más sultil manisfestación de desprecio que siente por el género masculino.
La ninfómana, siente una profunda aversión hacia al padre por su ausencia no económica sino emocional desde su temprana edad, pero a la vez le admira pues él fue su primer referente masculino, esto crea en la ninfómana un sentimiento ambivalente que le produce ansiedad e incertidumbre ante el desconcierto que este le supone. "El cachorro del tigre siempre sale rayado", el patrón de comportamiento de la ninfómana es adquirido por un progenitor de la misma condición.
La ninfómana busca inconscientemente en cada relación sexual vengarse del padre, esto sumado además a la capacidad de sentir pero no en desencadenar en un orgasmo completo, pues es incapaz de conectar física ni mucho menos emocionalmente con la pareja sexual, provoca en ella una insatisfacción permanente y un apetito sexual voraz incapaz de saciar ni con un equipo entero de fútbol.
Poco más puede decirse ya de este peculiar cuadro clínico, salvo citar el hecho de que en circunstancias normales en que tiene lugar la manifestación de ninfomanía puede pasar desapercibida para sus allegados debido a un comportamiento de autocensura. Así pues, la ninfómana encubierta procurará llevar una vida aparentemente normal y llevará a cabo sus artimañas fuera de su zona confort o mediante la consumición excesiva de pornografía.
La ninfómana al igual que el sátiro es una depredadora sexual, una diabla integrada detrás una cara bonita, una súperhembra hipererotizada, lubricada e indomable.
Satiriasis
En una cultura en la que la relación hombre-mujer aún sigue siendo considerada desde una perpectiva androcéntrica, en la que la figura de la mujer queda "congelada" como simple objeto sexual. La prestigiada hiperactividad sexual y el donjuanismo, como productos típicamente latinos, pueden llegar a entenderse como inequívocas expresiones de una virilidad admirable y envidiable que se corresponde con el desprecio que la mujer siempre mereció en tal cultura.
En nuestro entorno, el tradicional donjuanismo no solo no se objetivará desde la perspectiva social como una manifestación de inmadurez, según ya señalara G.Marañón en su Don Juan, sino que se transformará en un inequívoco signo de buen tono y distinción que gozaría por muchos años del épico prestigio de las fulgurantes conquistas de nuestro Siglo de Oro. Este modelo de inmadurez no solo pasará desapercibido como tal, sino que se verá sacralizado por los varones como modelo más digno de imitar y promover.
En razón de todo ello se llega a la conclusión apoteósica de que el donjuanismo y la satiriasis no constituyen disvalores de ningún orden sino formas excusables del comportamiento masculino comprensibles, y al contrario de la ninfomanía, convencionalmente tolerado, excepción hecha naturalmente a partir de establecerse la experiencia matrimonial en la que se supone, al entender, de las buenas gentes; que una vez "sentada la cabeza" que tal decisión conlleva, la hiperactividad erótica de todo varón queda limitada a la monogamia conyugal. ¡Ja!. En el gratuito suponer de que las aficiones satiriáticas conformarán un gesto voluntarista o una frivolidad a tiempo parcial.
Este es el punto de la tolerancia social, donde la condición psicopática que esconde la satiriasis o el donjuanismo quedará manifestado, a través de comportamientos más violentos o de corte claramente más psicopáticos como las fantasías sexuales de violaciones en grupo, pornografía violenta, y parafilias como el sadomasoquismo. La satiriásis, como no es dificil de deducir si partimos de la refencia psicopatológica de la que procede, mantendrá por principio un parentesco notablemente estrecho con los comportamientos sádicos, relación que no suele darse en las ninfómanas y puede aparecer de forma descarnada y cruel en este tipo de comportamientos estructuralmente psicopáticos.
Este disvalor social, incorporado al orden de la constumbre, puede llegar a tenerse como lógica e incluso en gran medida excusable infidelidad masculina indiscriminada y ejercida en constantes aventuras. Lo más sorprendente de esta situación es que muchas esposas toleran mejor una poli-infidelidad, percibidas para ellas como más frívola y menos amenazante para la estabilidad y seguridad conyugal dado que una infidelidad monogámica, resultaría claramente competitiva y, en consecuencia más inquietante.
Para la correcta comprensión de la satiriasis debemos remontarnos a la infancia del sujeto, en concreto a la complicada etapa del "Complejo de Edipo" que todo niño ha de pasar. El complejo de Edipo, se instaura en el niño de los 3 a los 5 años es un periodo fálico de su evolución sexual por medio del cual el autoerotismo del niño está directamente vinculado con la atracción amorosa hacia la madre, su primer referente femenino que simboliza el arquetipo de la relación amorosa heterosexual futura, generando a la vez el rechazo celotípico frente a su competidor que es su padre. Una vez que entra en la etapa de los 6 años, el niño comprende que la pareja de su madre es su padre y como tal no puede competir por el amor incestuoso que no puede ofrecerle su madre, así pues el niño pasará de ver al padre como un rival a sentirse identificado con él como referente masculino a seguir. Este es el proceso fisiológico y natural del Complejo de Edipo que todo niño ha de superar. Pero aquí lo que sucede es una congelación del tiempo, un complejo que no pasará a interiorizarse, es decir, a no retenerse por los componentes educativos represivos, en especial los referidos al sexo, que le obliguen a reprimir sus pulsiones fantasías eróticas. Así pues este Complejo de Edipo, tardío y no interiorizado, dejará indicios de esa inmadurez, que generará residuos persistentes para el resto de su existencia adulta, el sátiro, quedará detenido e instalado en esa fase inmadura que le impedirá desempeñar una sexualidad adulta, plena y satisfactoria.
Un complejo de Edipo, es pues un inconsciente rechazo que un varón siente por toda mujer que no se asemeje (cosa realmente dificil) al esquema emocional establecido como único modelo válido y aceptado por él, como es el que representa la madre. Por ello aquí lo más significativo es la extrema dependencia que muestra el sátiro hacia la figura materna. Tanto es así que excluye el compromiso emocional con cualquiera otra mujer, pues la figura materna es tan perfecta y tan profundamente gratificadora que práticamente inhibe la posibilidad de permanencia con otra mujer distinta. Así pues, el sátiro frustrado buscará inconscientemente la figura materna en sus constantes conquistas, pero al no encontrarla derivará en una profunda aversión al género femenino. El sátiro al igual que la ninfómana tiene sentimientos ambivalentes, pero él las tiene hacia su progenitora. Adora a la madre pero tambien siente una profunda hostilidad hacia a ella pues se siente traicionado por el rechazo de un amor incestuoso no correspondido en la fase más primaria de su vida que permanece ahí latente, como dije anteriormente aquí hay una congelación del tiempo. El hijo edípico es prácticamente inseparable de una madre que sufre un "Complejo de Yocasta", esta es excesivamente permisiva, mimando en exceso a su varoncito, fenómeno bastante común cuando hablamos de familias numerosas compuestas por tres hermanos, donde el más pequeño suele ser el más protegido y predilecto de la madre.
Aquí ocurre lo mismo que en la ninfomanía, el sátiro por sus carencias emocionales primarias no satisfechas, no puede relacionar amor y sexualidad en una misma persona. Esto quiere decir, que en caso de comprometerse emocionalmente con una mujer (muy poco probable), al emanciparse e irse a vivir con ella no podrá con el paso del tiempo desearla sexualmente pues su dependencia a la figura materna la tiene como soporte maternal sustitutivo que le impide disfrutar con ella sexualmente, pues se trataría de un amor no aceptado en una sociedad represiva que no permite el incesto. Pero en cambio si podrá desear sexualmente a cualquier mujer que no tenga ninguna relación parentesca real o figurada con el sátiro, lo que explica su insaciable búsqueda de nuevas aventuras y su incapacidad de fidelidad a la pareja.
La frustada relación heterosexual del sátiro, evoluciona en una serie de disfunciones sexuales al igual que en la ninfomanía pero en este caso como impotencia y eyaculación precoz. El complejo de Edipo tiene que ver con problemas relacionados de manera más o menos inmediata con la sexualidad, por no decir con la homosexualidad, y con la homofóbica reacción social que la homosexualidad suscita.
Evidentemente, el hecho proviene de la identificación del hijo edípico con el mundo femenino que simboliza la madre, combinado además con la paralela rivalidad y desidentificación masculina que le provoca el desacrédito de la figura paterna. Llegado el momento de la adolescencia, el desconcierto y la distorsión que le provoca este doble y atípico mensaje le genera la inadecuación al mundo social en que se desenvulve su vida real y cotidiana, pues en el momento en el que el sátiro adquiera conciencia de su diversa orientación en cuanto a sus tendencias libidinales, se manisfestará eventualmente en una impotencia sexual tanto absoluta como relativa a la hora del encuentro sexual con determinadas féminas.
Así pues, el sátiro, incomprendido por una sociedad patriarcal, y criado en un entorno familiar machista pasa a una homosexualidad no concienciada ni asumida con un rechazo violento y no tolerado. La homosexualidad latente en el sátiro le suscita a aparentar un porte físico atractivo y muy viril, todo esto complementado a su extremo narcisismo le impulsa a coleccionar tantas parejas sexuales como le sea posible como reautoafirmación de su propia virilidad, no se trata de calidad sino de cantidad, para él, las mujeres son meros trofeos que ha conseguido gracias a su carísma y encanto superficial psicopático a la hora seducir.
Esto quiere decir, como comenté anteriormente en el arte de la cetrería, que al igual que en el caso de la ninfómana, para el sátiro el súmmun de su regocijo no es el acto sexual como tal, sino el triunfo y satisfación del ego superlativo que le genera haber cazado a su presa. Presa, que una vez consumada también dejará de tener interés y procederá al descarte en busca de su próxima victima. El sátiro ama y odia inconcientemente a su madre, y ese odio irracional lo proyecta en todas las mujeres que se crucen o no en su próposito, es una necesidad de venganza que ni siquiera él mismo sabe de dónde le procede. De hecho para el sátiro, el propósito no es quedar en la memoria de sus conquistas por el encuentro sexual en sí, sino la sensación de sus victimas de querer más de él por el abandono y estafa que este les produce. Pero el sátiro es un felino solitario y no puede quedarse con ninguna, nunca podrá correspondelas emocionalmente, ni siquiera si se compromete con alguna de ellas, pues pronto sentirá la llamada de su apetito sexual insatisfecho que no puede calmarle su pareja-madre con la que mantiene una relación ¿incestuosa?.
Bibliografía: Psicopatología de la relación conyugal
Autor: Baldomero Montoya Triviño
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