¿Qué es fidelidad?.
Para poder comprender los comportamientos humanos es esencial situarlos en el contexto cultural que les corresponde. Puesto que hablamos de un marco cultural occidental, las relaciones amorosas son monógamas, basadas en un pacto de exclusividad y compromiso. Lo que caracteriza a este tipo de relaciones es la confianza en la otra persona para mantener la exclusividad, el valor de la palabra.
En términos sentimentales, es un acuerdo según el cual las personas que forman una pareja, se comprometen a estar juntas sin que un tercer individuo intimide con cualquiera de los dos integrantes de la pareja. En este sentido, esto quiere decir que significa compromiso y respeto a las normas de convivencia socialmente admitidas; fidelidad es sinónimo de civilidad.
Por mucho que la sociedad haya evolucionado y que los valores estén en crisis, ésta le sigue otorgando un valor fundamental, enraizada en una cultura desde tiempos históricamente antiguos y estrechamente vinculada a la religión como creadora moral, de permanencia, firmeza, constancia, autenticidad, respeto, responsabilidad, compromiso, lealtad, fe, cumplimiento y acatamiento de la norma. Representa una actitud que además de ser, tiene que vivirse.
Así pues la fidelidad como valor, principio y pilar social, no sólo es exclusivo en la relaciones románticas, sino en todas las relaciones en general.
La infidelidad en el S. XXI
En las sociedades occidentales globalizadas, las relaciones humanas se ven profundamente heridas debido al debilitamiento de los vínculos. Las múltiples patologías de estos vínculos están representadas por personalidades cuya principal característica en común es la enfermedad del alma del sujeto moderno narcisista.
Depresión, el no estar a la altura para hacer frente una situación, autoestima muy devaluada, creer no poder vivir sin el apoyo de otra persona. Siempre con temor, la angustia y la ansiedad, estas personas son proclives a imponer su demanda sin tener un verdadero sentido de la culpabilidad.
El narcisismo o
individualismo patológico, ha invadido todas las esferas de la vida humana deshumanizándola
a su paso. Es la enfermedad de nuestro tiempo, se lleva lo light, lo cambiante,
lo inconsistente, lo efímero, lo incoherente, lo falso, la doble moral; la
mentira y falta de compromiso. En una sociedad líquida, nada puede
solidificarse ni ser duradero.
Dentro de este contexto cultural y social que nos invade, la infidelidad implica la ruptura unilateral de un pacto moral entre dos personas. Es un engaño, porque la persona infiel miente y lo hace de manera consciente. Es una traición porque reniega de un compromiso de lealtad. En este sentido cultural, la infidelidad parece hundir sus raíces en el registro narcisista: hacer lo que se quiere, cuando se quiere y con quien se quiere, sin pensar en el daño que puede generar.
Si hay algo que caracteriza al narcisismo es la evacuación de los sentimientos. Estos forman parte de la realidad básica de la vida humana. Quiere decir que perder el contacto con los sentimientos es perder el contacto con la realidad, lo que supone una forma de locura. Esta desconexión es un signo de lo que siente. La depresión enmascarada, el bloqueo emocional, todo ello es sustituido por sensaciones. Realidad sustituida por sensación. Y basta con tener sensaciones hacia otra persona para justificar la infidelidad. La persona infiel, no puede renunciar a su ego para poder formar un amor maduro.
La infidelidad, está directamente enraizada en un narcisismo patológico pues ninguna de las dos personas implicadas muestra empatía hacia la persona a quien se traiciona. Su efímera felicidad se cimienta sobre la violencia que supone sacrificar al chivo expiatorio, esto, es la o las víctimas; las cuales no saben ni deben saber nada.
Las personas que participan en la infidelidad se vuelven frías, calculadoras, egocéntricas y cínicas, puesto que saben que están haciendo daño y aún así, siguen adelante.
Profundizando en los trastornos de índole narcisista, la infidelidad pertenece al ámbito de lo disfuncional, de lo patológico porque se basa en el secreto como forma de control, dejar al otro sin acceso a saber qué es lo que pasa, equivale a tenerlo prisionero. No es gratuito dejar a alguien sin enterarse de una determinada realidad. ¿Para qué tanto esfuerzo en engañar y ocultar?. La persona infiel es libre de irse, nada ni nadie la retiene. ¿Entonces?. La persona infiel arrebata el acceso a la verdad y la víctima de la infidelidad, al no saber nada, no puede tomar decisiones.
La infidelidad es una violación de la ley de la pareja y de las relaciones sociales en general. Lo que demuestra una falta de fe empezando por el propio infiel hacia sí mismo. La infidelidad es vaciar de sentido la vida en común, una forma fallida de simbolizar la matanza de algo representado por, y encarnado en, la víctima. La persona infiel quiere, desea romper, pero como no rompe lo que debe romper ni con quien debe romper proyecta esta frustración hacia su pareja y rompe violentamente a través del acto de la infidelidad.
La persona infiel, no ha conseguido una autonomía y un desarrollo maduro; se ha quedado anclado, bloqueado en una dependencia afectiva. Esta masacre afectiva hacia la pareja a través de la infidelidad tiene la vía de escape de calmar la violencia reprimida, visceral y así reprimir que los verdaderos conflictos de la persona infiel emerjan. Es por esto que debemos entender la infidelidad no desde la perspectiva triangular sino desde la dual, es decir, dos personas se unen a sabiendas de estar haciendo daño a una tercera persona que paradójicamente es la que une y mantiene la pareja infiel. Se mantiene unida justamente por el sacrificio que le están causando.
Ninguno de los dos componentes de la pareja infiel construye, destruyen, y sobre esa violencia destructiva asientan su amor narcisista y ponen en escena su alucinación.
La infidelidad deja de ser tal cuando el secreto se rompe, es decir, se desvela. En ese momento, la fantasía se desvanece, todo cae por su propio ego. El hechizo se ha roto. Ya nada vuelve a ser igual.
La infidelidad, hace real la fantasía, y elimina la realidad, la sustituye, y lo fantaseado se convierte en real. En este sentido, la persona infiel actúa en modo huida, lleno de adrenalina y de sensaciones que sustituyen a los sentimientos. Esto quiere decir, que la infidelidad no es más que un antidepresivo, una falsa evasión basada fundamentalmente en un autoengaño.
La persona infiel está perdida en sí misma, instalada en el error, al cual ha ido construyendo desde sus inicios de la infancia refugiado en sus fantasías del ego una distorsión cognitiva de la realidad, la locura de no conectar con la realidad de su propio ser.
La infidelidad, es un acto arrogante, vanidoso. Infravalora a la pareja tanto como se infravalora a sí mismo o ha sido infravalorado en algún momento de su vida.
Desmitificando mitos
Es necesario, deshacerse de algunos mitos que giran alrededor de la infidelidad porque empujan a errores y distorsiones cognitivas.
1- La infidelidad, es cosa de los dos por lo tanto, requiere hacer una terapia de parejas. Falso.
Se tiene la errónea creencia que el descubrimiento de la infidelidad puede llevar a un saneamiento de la misma (la pareja) reactivándola e incluso mejorándola. Pero la realidad nos indica que no es así, al contrario, la empeora.
Es preciso volver a recordar que las únicas personas responsables son aquellas que rompen el compromiso y que mantienen oculta la situación, llevando una doble vida.
2- La persona víctima es la que contribuye con su actitud al acto de la infidelidad por la monotonía, falta de comunicación, falta de sexo, el vacío emocional, el decrecimiento del enamoramiento y la insatisfacción emocional. Falso.
La única "causa", es la patología o trastorno de la persona infiel que no es capaz de gestionar, de comunicar, de cambiar una situación que no le permite evolucionar como persona, de decir no, para no tener que hablar abiertamente de sus dificultades. La única causa es una falta de madurez para encarar y dar un giro a su vida sin faltar a su compromiso y a los valores sociales. La única causa es su falta de asertividad. Y en su incapacidad para comunicar, hay una involución, una regresión, una inmadurez.
3- La infidelidad está mal vista según en qué contextos culturales se encuentre, pues no todas las culturas son monógamas, también existe la poligamia. Falso.
La infidelidad no tiene nada que ver con la monogamia o la poligamia. El significado de la fidelidad no concierne a las relaciones amorosas sino a todas las relaciones en general. De no ser así, las personas no sólo no podrían serle fieles a sus parejas sino que tampoco podrían serle fieles a su equipo de fútbol de toda la vida. La fidelidad tiene que ver con la confianza, no con la sexualidad. Tiene que ver con el compromiso, con la lealtad, con la constancia, la coherencia, con la palabra. El hombre es un ser de palabra, si le falla la palabra, le falla la sociabilidad y las relaciones.
La culpa y la responsabilidad de la infidelidad, sólo la tiene la persona que es infiel y que falta al compromiso de lealtad y falla a la pareja. La culpa y la responsabilidad de la infidelidad es de quien no comunica, de quien miente, de quien abandona, de quien se separa.
De quien no sabe gestionar los conflictos, si es que existen, de quien rompe el vínculo. También sobre la persona amante, que alimenta el ego, la disociación, la fuga de su amante a costa de sí misma.
En cuanto a la víctima de infidelidad, hay que dejar claro que ella no tiene porqué sospechar nada ni intuir nada. La relación está basada en la confianza y por lo tanto ninguno de los dos componentes de la pareja tiene que estar obligado a estar en alerta o tener ideas paranoides sobre la posibilidad de que le traicionen.
La traición en el acuerdo de la fidelidad, no tiene cabida. Por lo tanto, estar en pareja pensando en esa posibilidad sería considerado como un rasgo patológico, llamado celos. Y es por esto que la persona traicionada ha idealizado a su pareja y se niega a ver algo que es evidente. Es complicado ver la realidad si te la niegan, ocultan, disfrazan, tachando a esta persona de celosa y acusándola de "ver cosas donde no las hay". Es preciso recordar que lo que caracteriza la infidelidad es su negación y ocultación pese a si las pruebas está ahí. Famosa frase "esto no es lo que parece".
El factor sorpresa, es decir, el hecho de que la persona víctima no se lo espere, hace de la infidelidad un hecho emocionalmente muy traumático.
El individuo infiel
El individuo infiel a través de la infidelidad ha creado una ambivalencia relacional, esto quiere decir que relaciona todo lo malo en su pareja pero relaciona todo lo bueno en su amante. Así, la relación con la pareja se convierte en una relación de amor-odio, de la cual no puede separarse ni convivir.
La persona infiel, a través de la infidelidad, restaura la pérdida del objeto narcisista y evita así caer en la melancolía.
Oscurece el vitalismo de ese "yo", enfermándolo hasta hacer aparecer una patología narcisista depresiva. En este sentido esto quiere decir que el sentido de vivir ha sido puesto en el objeto deseado, el amante. Si se pierde el objeto deseado, se pierde a sí misma. Para que se entienda, es como si la persona infiel hubiera vivido durante años en esa sombra que le ha oscurecido y ahora viese la luz.
Está en su grandiosidad, se siente omnipotente. Lo cierto es que se encuentra en delirio, en la fantasía que ha creado, está firmemente convencido de que ama pero lo que realmente ocurre es que vive en perpetua confusión. Confunde fantasía con realidad, pasado con presente, situación con persona, pasión con amor. Básicamente la estructura psicológica de la infidelidad es una alucinación porque se viven sensaciones de enamoramiento. La nueva pareja parece una continuación de la antigua, y en esta nueva pareja se exaltan y exageran los sentimientos. La persona infiel está en pleno apogeo teatral, en el clímax de la obra, su propia obra interpretada con el histrionismo que evidencian el vacío narcisista donde los sentimientos son sustituidos por sensaciones y los deseos por necesidades.
Su enamoramiento, altera su conciencia, con carácter temporal, efímero, transitorio, tiene una fuerte dosis de irrealidad por estar basado en una ilusión, en una fascinación exagerada y teatralizada; la persona amante se convierte en su droga, su chute, su dosis. El vacío es temporalmente sustituido por sensación de lleno, sensación histrionizada que camufla la depresión. Euforia.
A través de la infidelidad, la persona infiel cree ganar autoestima y posiblemente la gana momentáneamente porque se siente elegida. Su narcisismo parece curarse, es el síndrome del elegido. Pero lo cierto es que no hace más que agrandar su psicopatología, su profunda herida narcisista que arrastra desde la infancia; su melancolía. Porque todo lo que sube, baja y en la misma proporción.
La persona infiel se disocia de su moral, de su vida, de sus sentimientos, de sus emociones; de sus percepciones. Si bien la persona infiel, posiblemente no es consciente de su dinámica fantasiosa como no es consciente de toda su problemática psicológica, de su narcisismo, de su depresión, de sus mecanismo de defensa, de su alucinación delirante, de su megalomanía; sí es consciente en todo momento de que está haciendo mal, vive en su mundo retraída sin importarle las consecuencia de sus actos. Su vida empieza a centrarse alrededor de una sola cosa: la infidelidad. La infidelidad se ha vuelto obsesiva. No hay nada más.
Se siente herida en su orgullo, tiene una falla narcisista. Puede ser que se sienta inferior a su pareja o que no se sienta a su altura y esté enfada por ello. Ocurre que puede ser que sienta envidia de su pareja y esto es así porque como buen narcisista, la pareja infiel, plantea la relación en términos de poder y de dominación.
En la persona infiel se puede observar una falta de reconocimiento social, es decir, de alguna manera ha dimitido de su vida, ha tirado la toalla; hace mucho tiempo que dejó de evolucionar y responder a su propio proyecto de crecimiento personal, es por esto que la persona infiel poco a poco va materializando una depresión enmascarada en su falta de iniciativa y de acción.
Toda esta inacción va generando una gran frustración e impotencia. La vida de los demás continúa pero la suya parece haberse parado o estancado.
La persona infiel tiende a controlar la relación a través del silencio, la mentira, y la ocultación. Se trata, en general, de una persona inmadura con serias dificultades de comunicación. No ha resuelto psicológicamente muchos de los conflictos familiares vividos en su infancia y adolescencia.
La infidelidad representa simbólicamente una escena familiar no superada, es una obra de teatro , una puesta en escena; la representación de un trauma del pasado de la persona infiel. Una neurosis realizada.
El ego de la persona infiel está herido y para cicatrizar esa herida, en vez de esforzarse, luchar y afrontar, echa la culpa a su pareja y se separa de ella buscando un sustituto. Ahora ya tiene su escenario en donde se representa el enamoramiento en un estado alterado de conciencia transitorio por el cual la persona está en lo álgido. Tenemos un ego inflado.
La persona infiel está a disgusto con su vida en general, con su profesión en concreto y con otras facetas de su vida. Se siente impotente por no atreverse a cambiar la realidad por miedo al cambio y para compensarlo lo que cambia es la percepción que le produce el subidón de la infidelidad. Convierte la impotencia en omnipotencia, ego herido en superego. La realidad, es que esto es un espiral de destrucción, la persona se hace más pequeña, más impotente.
La infidelidad al igual que las adicciones son una huida a la realidad que necesita para realizarse, una auto justificación, un autoengaño. Por eso la persona infiel no es capaz de separarse, de afrontar la realidad.
Hablando en términos mitológicos, la infidelidad representa una bofetada hacia la pareja, Eco, porque Narciso ya no se ve en el otro reflejado. Ya no ve en la pareja admiración ni seducción. La depresión, esa cara oculta de Narciso, se torna en agresión externa para así evitar ser evidenciada.
La pareja infiel castiga a su pareja por haber cambiado, por vivir en la realidad. La persona infiel tiene una fuerte resistencia a madurar, retrocede a la adolescencia y su silencio es su forma de controlar. Pero, ¿si la persona infiel no está a gusto por qué no deja a su pareja?. Porque la necesita, y esta es la auténtica paradoja de la persona infiel. He aquí el quid de la cuestión, en la infidelidad no imperan problemas de pareja, sino problemas psicológicos individuales de la pareja que es infiel y de aquella persona," la otra", que mantiene y alimenta la infidelidad.
En este sentido, la infidelidad sería una locura compartida que justamente tiene lugar gracias al aislamiento y el secretismo.
Buscar las causas de la infidelidad dentro de la pareja es echar balones fuera y justificar algo del todo injustificable. Hablando claro, es una manera de culpar a alguien o atribuir erróneamente la culpa a otra persona. La pareja puede estar en crisis, pueden vivir en monotonía, puede haber problemas sexuales u otras carencias. Pero esto debe arreglarse dentro de la pareja y si la persona infiel, está mal, debe responsabilizarse de su situación como persona adulta que es y comunicárselo a su pareja. Si no lo hace, la causa de la infidelidad está única y exclusivamente, en ella. Para poder comprender la infidelidad, hay que situar el problema en su sitio: en la persona infiel.
En cuanto a las causas de la infidelidad no es el deseo de otras experiencias, ni el aburrimiento, ni la soledad afectiva, todo esto no son más que falsas justificaciones para una acción cuyo motivo no está más que justificado en la incapacidad de la persona infiel para gestionar sus propios problemas.
La persona infiel, se anestesia, se droga, altera su conciencia porque necesita alterar su realidad, es impulsiva, se cree libre por creerse estar sin ataduras, por salirse de las leyes humanas del compromiso, la palabra, la implicación.
En este sentido, la persona infiel rechaza los principios de la comunidad, de la pareja, para permanecer anclada en su ego, en su individualidad. Es incapaz de renunciar a su narcisismo para aceptar las reglas de la comunidad, y mientras sea incapaz de renunciar a su narcisismo es incapaz de amar. La persona infiel rechaza la ley, que en el caso de la pareja, es la fidelidad. Vive con sus propias reglas, de igual modo que actúa un delincuente. De ahí que se oculte, mienta, manipule y transgreda.
La "nueva pareja": la figura amante
La persona infiel, utiliza a la persona con la que es infiel, su nueva pareja. La utiliza para equilibrar su propia balanza. La nueva pareja se convierte en cómplice de esa mentira, participa y se nutre de ella, acepta ese "compromiso" a medias; lo que también delata la existencia de dificultades personales en ella. Una de las habilidades que carece esta nueva pareja es la empatía. Ella sabe que está haciendo daño, que su situación es irregular pero aun así sigue adelante. Ello demuestra también una personalidad narcisista. ¿Será ella la elegida?, la vanidad se muestra en estos casos en su punto más álgido. La nueva pareja supone el complemento narcisista perfecto. La otra cara de la moneda. Es como si ambos se nutriesen narcisísticamente. Por fin, Narciso ha encontrado al Eco perfecto, el perfecto reflejo de su imagen, el espejo que le devuelve su imagen agrandada, admirada, gracias a la cual seguirá sobreviviendo en el país de nunca jamás.
Por otra parte Eco podrá permitirse el lujo de estar con él siempre y cuando su lugar quede relegado a repetir lo que Narciso dice. Aquí entra de nuevo el síndrome del elegido y aquí es donde el ego de la persona amante se infla aún más si cabe. La persona infiel actúa de espejo que confirma a su "nueva pareja" que es la más bella, las más perfecta, la mejor. En este sentido, la persona infiel también está siendo narcisísticamente utilizada. Ambas personalidades se hacen complementarias.
La figura de la amante encarna la eterna disposición, la pareja que no tiene derecho a demandar ni exigir. Está cosificada. Condenada a la soledad y a la imposibilidad relacional. También esta persona es víctima de la infidelidad, ya que también ella es engañada. La diferencia es que lo sabe y lo acepta.
¿Quién es esta persona?, ¿quién acepta este tipo de condiciones?, sin duda alguna una persona con un claro patrón masoquista, condenada a existir a través del sufrimiento y la ocultación. Baja autoestima y actitudes neuróticas dominan la vida de esta persona.
Esta "nueva relación" patológica y tóxica es el ingrediente fundamental que mantiene unida a la nueva pareja sobre los pilares de la desconfianza, la versatibilidad, la inestabilidad, en el sacrificio del engañado, en el silencio de la complicidad del crimen de matar a una pareja para crear a otra. Esta situación pone de nuevo en evidencia el narcisismo de la pareja infiel, pues su felicidad es a costa de otra persona, la engañada.
¿Qué tipo de persona acepta una situación así?, ¿qué tipo de problema psicológico tiene?, ¿qué carencias afectivas presenta para aceptar dicha situación?, ¿quién quiere ser la otra?. La envidia ha sido siempre una motivación humana: tener lo que otra persona tiene. El sentimiento de envidia, oculta un profundo sentimiento de inferioridad por no tener aquello que se anhela y eso a la vez crea un gran sentimiento de injusticia. La envidia en el adulto es un retroceso a la infancia, de un narcisismo primario no madurado.
Esta persona parece tener una estructura de personalidad masoquista puesto que vive en el sufrimiento de no tener ni ser lo que desearía: ser la pareja oficial. Es una ficha destronada. Vive oculta como un fantasma, en la sombra, carece de reconocimiento externo.
Su narcisismo está oculto y, a la vez resulta complementaria al narcisismo de su pareja que lo tiene todo. El único reconocimiento le viene por el hecho de ser la otra. En otras palabras, es la perversión del reconocimiento negativo.
En muchos casos esta ficha destronada además de envidiar a la pareja oficial, siente celos de ella. Se pregunta qué tiene la pareja oficial que no tiene ella. Ella es solo la copia, no el original.
La otra, la persona amante, entra en el juego imaginario del poder. Accede al amor por rivalidad, envidias y todo ello nos recuerda una vez más al fantasma narcisista, a taras emocionales sin resolver, a conflictos psicológicos más profundos que han hecho de ella, no una persona completa, sino "la otra".

Patricia Gara 11/10/2020
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